Lo derivaron al Equipo de
Orientación del colegio con 6 años, en 1º de EP porque sufría de
"bloqueos", es decir, a veces se quedaba sin saber qué hacer, o qué
decir ante situaciones fáciles para él, pero
¿qué cosas le pasaban?
Desde los dos años, nosotros
notábamos que cuando le pedíamos cosas nunca las hacía bien. Órdenes tipo "coge de la cocina una
cuchara", eran una odisea para él, normalmente acababa en el baño, o por
el pasillo sin saber dónde ir; o si llegaba no sabía a qué había ido.
También era incapaz de seguir las conversaciones de
sus amigos, participaba poco, o decía
alguna tontería para cambiar de tema. No
entendía los juegos sencillos qué tenía que hacer cada uno, cuáles eran sus
normas...
En el colegio, en Infantil, nos
decían que era un niño que estaba en su
mundo, a veces atento, otras despistado, trabajaba muy bien, consiguió adquirir
todos los conocimientos necesarios... ningún problema.
Llegó a Primaria y todo cambió.
Todo lo aprendido en Infantil se
complicó muchísimo.
No era capaz de seguir las clases. No atendía porque no entendía nada de lo que
allí hablaban. Todos las actividades
las copiaba, como seguramente hacía en
Infantil.
Era incapaz de responder a
preguntas tan sencillas como: ¿cómo se llama tu padre? o ¿tu hermano? ¿en qué trabaja tu madre?. Él intentaba
participar en las actividades pero como siempre fallaba empezó a sentirse muy
mal en clase. La frustración es la mejor
palabra que definía su estado de ánimo.
En Infantil leía bien, en
Primaria no, ya que era todo más difícil para él. Se cansaba mucho. Le dolían los ojos, se sentaba mal tumbado en la mesa, tanto en el cole como en casa. Por supuesto, la lectura para él es un esfuerzo tremendo y llegó a convertirse en un verdadero drama.
Tampoco se expresaba bien. No sabía construir frases con sentido, ni con
ningún orden. Nada de contar un capítulo
de dibujos animados, ni lo que hicimos
el fin de semana, le faltaba mucho vocabulario,
le costaba memorizar y retener lo que le ocurría.
Gracias a que sus profesoras se
dieron cuenta de que algo no iba bien.
Para ellas no era normal que unas veces sabía sumar y, al minuto, no
sabía ni lo que era una suma. No supiese
cosas sencillas como hacer un ejercicio que
ponía "Lee y escribe".
En casa, también nos dimos
cuenta, porque hacer los deberes con él era el peor momento del día. Verdaderamente, lo veíamos sufrir porque él
mismo se daba cuenta de lo que ocurría, empezó a decir que era el más tonto de
la clase, y eso que lo diga un niño de seis años, duele mucho, muchísimo.
Con todo, empezamos la terapia en
2º de EP, justo con 7 años. Estuvo seis meses todas las semanas en la consulta
trabajando con Víctor. Además del trabajo que, todavía tenemos que hacer en
casa de los movimientos rítmicos, ejercicios en el ordenador y más cosas.
Pero ¿en qué ha cambiado?
En su expresión siendo capaz de contar una historia ordenada y con
coherencia. En su comprensión, logrando
no bloquearse ante situaciones cotidianas.
Ha mejorado en las relaciones con los demás, y sobre todo, en su
actitud. Él ve que es capaz de hacer las
cosas y ve los resultados positivos con lo cual su motivación es mayor en
cualquier situación propuesta. La
frustración que reinaba en su vida ha desaparecido.
Todavía no hemos acabado y le
falta camino por recorrer. Supone mucho
trabajo por parte de él y por nuestra parte, pero hemos visto un avance tan
importante en este año desde que comenzamos con la terapia que el esfuerzo ha
valido la pena. En realidad, sin
saberlo, fuimos a un sitio sin saber qué nos íbamos a encontrar y, sin duda,
encontramos la solución para que la vida de nuestro hijo fuera mejor.
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